23 de noviembre de 2022 - Por Lucas Rubinich

Una rebeldía singular en una experiencia histórica trascendente

Hebe de Bonafini



Una mujer polémica, fue el subtítulo que un medio de comunicación eligió luego de anunciar la muerte de Hebe de Bonafini, madre de Plaza de Mayo. La relevancia pública de quien fue una expresión fuertemente visible de una experiencia histórica que trasciende fronteras nacionales, en una época trivializadora, posibilita esa adjetivación pertinente a la vez que superficial. “Los ojos ven lo que están habituados a ver”, dice Borges en “El pudor de la historia” ( Borges, 2005),  sosteniendo lo que podría expresar con la naturalidad actualizadora de su oficio, un sociólogo. Y para no dejarlo como simple dicho de autoridad, encuentra un indicador más que contundente para apuntalar su afirmación: “Tácito no percibió la crucifixión, aunque la registra en su libro”.
La confrontación por parte de las madres con la barbarie estatal de la dictadura generó represión, muertes, y heridas diversas; dolores inconmensurables que ellas transformaron en valor heroico. La pelea contra las formas de desprecio a la condición humana que adquiere en las últimas décadas la cultura predominante del capital financiero genera molestias cuando las que pelean poseen una autoridad moral construida en la lucha que de algún modo u otro puede afectar ese predominio cultural. Y el predominio se expresa en la lógica que la influencia mediática imprime a las polémicas. Cada una de las madres y las abuelas, aun aquellas que las personas del común no conocen por sus nombres y que ni siquiera antes habían visto, generan con su mera presencia en el espacio público una conmoción muy especial: porque son un símbolo que expresa una sensibilidad- no una ideología: una sensibilidad- que valoriza las luchas contra las distintas formas productoras de formas organizativas de la sociedad que no toman en cuenta la especie humana Cada una de esas mujeres son singulares expresiones apasionadas de una experiencia histórica trascendente. La singularidad de Hebe de Bonafini porta esa pasión que es arrolladora hasta la desmesura, y es un elemento tan fundamental como otros en la pelea de los Davides contra los Goliats generadores de poblaciones humanas excluidas que reviven bajo otras formas en el presente. Y la que porta esa pasión arrolladora que desacomoda todas las formas ordenadas a su paso, también las de su propio orden, no es una mujer polémica, es la expresión imprescindible, en una lucha por reavivar una moral común de respeto por el género humano que en el presente no es predominante.
Como el historiador romano Tácito que dedico en sus Anales apenas un párrafo, a la crucifixión- un mero hecho policial-, para dar cuenta del papel de los cristianos en el incendio de Roma durante el gobierno de Nerón, un editorialista de una época decididamente trivial y productora de trivialidad, calificó simplemente como mujer polémica a un símbolo que trasciende nuestra propia sociedad
Es que la experiencia de las madres tiene su momento mítico, pero también una extraordinaria productividad en la lucha cultural del presente. En ese momento mítico la mirada sensible y valiente de las madres la sociedad posibilitó una visibilización de la barbarie estatal más allá de las legítimas visiones ideológicas y políticas. Una mirada sensible de mujeres que habían sido mujeres comunes, y que lograban recomponer una moral radicalmente confrontativa con aquellas formas que los teóricos de la guerra antisubversiva habían impuesto y  un sector del mundo dirigencial había aceptado como práctica habitual: el secuestro  y cautiverio en condiciones de clandestinidad, la tortura en diversas formas, el abuso sexual, el trabajo en condiciones de sumisión y , en el caso argentino, el intento de abolir el pasado desapareciendo los cuerpos y quitando la identidad a los hijos de los secuestrados y desaparecidos

Distintos sectores de la sociedad argentina a partir de la democracia establecida en 1983, fueron rearmando su mirada de la historia reciente a través de los ojos sensibles de las madres. Ellas expandieron ese piso moral conmoviendo a distintos tipos sociales de esta sociedad de movilidad social ascendente y de migraciones diversas, que tiene características constitutivas que habilitan esa emoción. En esta sociedad plebeya con arrolladora cultura igualitaria, conmueven, de manera preideológica, los sufrimientos de los desprotegidos que no se resignan, tanto como las rebeldías que se enfrentan, con éxito o sin él, a las arbitrariedades de los poderosos. Sensibilidades construidas con las propias experiencias familiares, con los miles de folletines estilizadores de la sensibilidad romántica de Victor Hugo, con el Martín Fierro, con Chaplin, encuentran una potente afinidad de sentimientos en la épica y la consecuencia de las madres y abuelas de plaza de mayo, derribando barreras culturales, políticas y sociales. Y  tal vez estas mujeres cumpliendo el papel civilizatorio de hacer ver  la barbarie estatal como formas nefastas de la condición humana, construyeron  algo así como un humus potencialmente habilitador de una base moral común, que quizás puede revivir ante situaciones particulares en distintas sociedades, aún en el mundo de la sobrevivencia de los mejores.

Porque seguramente, en ese mundo de ganadores y perdedores, de predominio de individualismo pragmático, hay muchas personas que sin convicción ideológica clara albergan elementos de ese humus igualitario, de esa sensibilidad que, sin necesariamente haberla transformado en expresión política, encuentra profunda empatía con el gesto de no bajar la cabeza ante nadie. Y es por ello que albergo la secreta sospecha de que justamente aquellos que con orgullo encuentran un valor primitivo en ese gesto, más allá de sus identidades políticas, culturales y religiosas, al enterarse de que Hebe de Bonafini, quien los conmovió y también los irritó, ya no estará dando vueltas los jueves a la Pirámide de Mayo, inclinaran la cabeza en señal de respeto por su partida. Porque sentirán la necesidad no reflexiva, puramente vital, emotiva, de homenajear aun en soledad, a aquella que, con pasión y a veces con furia, cumplió con el mandato de no doblegarse ante ninguna forma que creyera injusta

Borges, Jorge Luis, 2005: El pudor de la historia en Otras inquisiciones, Obras completas V2 EMECE Buenos Aires


Lucas Rubinich
Sociólogo - Profesor titular en UBA FSOC Carrera de sociología IIGG