28 de noviembre de 2022 - Jorge Rachid

Una demostración de vida, lucha, compromiso y perseverancia

Hebe de Bonafini



Una circunstancia trágica de la vida, un momento irrepetible, una persona madre, vecina, amiga, amante de la vida cotidiana, la transforma en una leona sacrificada y corajuda que sale a defender con uñas y dientes a sus hijos. Para hacerlo cambia el eje de su vida y se suma a otras Madres que, en la misma situación de pérdida, se constituyen en la valla más pétrea para la más sangrienta dictadura militar que registra la historia argentina, que hizo del genocidio sistemático su herramienta de terror.


Esas mujeres de apariencia frágil fueron demasiado para esos asesinos que no trepidaron en infiltrarlas, detenerlas y matarlas, no sólo a ellas sino hasta las religiosas que colaboraron en su consuelo, en la elaboración del drama. “Con vida los llevaron, con vida los queremos” era el lema, una apuesta a la esperanza de reencontrarse con sus hijos. Una persistencia histórica, de miles de Marchas que por haberles impedido manifestar, comenzaron a marchar alrededor de la Pirámide de la Plaza de Mayo. “Madres de la Plaza, el Pueblo las abraza” era la consigna con la cual el amor y el compromiso de miles de argentinos se fueron sumando. Algunos a la distancia desde las provincias, a través del aliento militante en los Organismos de DDHH, pero además el mundo observaba con admiración como simples Madres se erigían en heroínas de una epopeya que quedará registrada en la historia universal, al derrotar fáctica pero además moralmente a la dictadura cívico militar, cuyos estertores persisten.


En ese escenario tumultuoso, surge la figura de Hebe, la Madre de todas las Madres y de todos los hijos, la que no se calla, la que enfrenta, quien no especula, ni es políticamente correcta, su imagen comienza a ser reconocida en el mundo entero. Enfrentada localmente con aquellos que pasan la vida pidiendo prudencia, negociando, proclamando consensos con el poder real, el que ahoga y extorsiona, que dictamina el bien y el mal en una comunidad colonizada. A las Madres no les entraba ese mecanismo de presión, menos aún los llamados a la calma. Eran sus hijos, los hijos de la Patria, los ninguneados bajo la figura espuria de “desaparecidos”, los que “no están”, nuestros hermanos y compañeros secuestrados y torturados, delegados sindicales, militantes juveniles, estudiantes secundarios bajo el manto del terrorismo” que comprendía cualquier oposición o sospecha.


No tuvo miedo Hebe en asumir la conducción dejada por Azucena Villaflor y las demás Madres secuestradas, lo hizo con la entereza, la fuerza, el compromiso que se fue afianzando en décadas de lucha, que no desfalleció nunca en su trayectoria, que encontró en el peronismo de Néstor y Cristina, el comienzo de una reparación completa, judicial con la reapertura de los juicios a los genocidas y su inserción política social plena de reconocimiento, que la acompañó en toda su vida.


Las Hebe de Bonafini no mueren nunca, es más su figura se agigantará en el transcurso del tiempo, será bandera de lucha, pero también de la inclaudicable convicción de la voluntad permanente en la búsqueda de VERDAD MEMORIA JUSTICIA, esa bandera que lejos del odio alimentó su camino de búsqueda por sus hijos, por sus nietos, por los bebés robados, por la recuperación de las identidades que pretendieron borrar, de las historias que quisieron enterrar en el tiempo, pero con las miles de Hebe reproducidas NO PUDIERON.


Esa vida merece ser relatada una y mil veces, como se narran las historias fantásticas de nuestra historia pluridiversa, desde los pueblos originarios a las corrientes inmigratorias, criollos, compatriotas latinoamericanos todos sus hijos y nietos recibirán la historia de un grupo de mujeres, hasta ese momento trágico anónimas pero al ser tocados sus hijos, configuran el ejército de amor y compromiso, más fantástico de la historia moderna, con repercusión mundial que nos ubica como país a los únicos que lograron juzgar y condenar los genocidas de la dictadura.


Hebe no se fue al contrario, taladró la piedra de la historia nacional convirtiendo a la lucha de las Madres en un símbolo del avance del compromiso más allá de cualquier especulación política, de cualquier llamado a la racionalidad carente de afectos, de cualquier encierro oportunista porque siempre fueron por todo, por la verdad, por la justicia conservando la memoria viva de un pueblo agredido y de Madres que lograron transformar el dolor inmenso, único, inconmensurable en un motor de lucha contra todas las injusticias del mundo.



Jorge Rachid
Médico, Profesor en Ciencias Sociales en UNLZ y IUNMA, Integrante del Inst. PATRIA, Coordinador del Movimiento “Primero la Patria”